Cuando la impudicia ya iba haciendolos estragos por el mundo, Dios hizo de una niña de once años una heroína de la pureza. El Dr. Plinio demuestra lo que el ejemplo de ella significa para nosotros.

El contraste entre los acontecimientos dolorosos en el terreno de la pureza, ocurridos en nuestros días, de un lado y, por otro, el ejemplo dado por Santa María Goretti es tan flagrante que no podemos dejar de hacer un comentario sobre el tema. Basta recordar que mientras la Iglesia venera en el día de hoy una santa la cual, aún en la infancia, fue víctima de un atentado brutal, bárbaro, bestial, y sacrificó su vida por amor a la pureza, se introducen actualmente costumbres escandalosos, obscenos a tal punto que no conviene
se mencionan en nuestro ambiente. La degradación moral no se detiene, excepto cuando ya haya destruido todo lo que tiende a destruir. Y el último paso será el nudismo más anarquista y completo. Debemos dar gloria a la Iglesia que continúa, en medio a la decadencia general, a presentar a los hombres un modelo contrario a aquello para lo cual el mundo contemporáneo camina.


De manera que eso es para nosotros una fuente de alegría, de consuelo, una inspiración para la lucha en defensa de estos valores, por mayor que sea la desolación reinante en ciertos medios al respecto. Santa María Goretti se nos presenta como una incitación al celo de la Iglesia por la pureza, al valor de esa virtud que siempre ha inculcado. De tal manera que más vale la pena a la persona sacrificar su vida que perder su castidad. Necesitamos comprender que fue sobrenatural la virtud de nuestra santa, y toda la desolación del mundo de hoy puede ser dominada y transformada en motivo de alegría, por la acción de la gracia divina. Así, no podemos desanimar en la lucha.

La introducción de la religión católica entrelos romanos restableció la virtud de la pureza, y la elevó a un grado hasta entonces desconocido por el mundo antiguo.

Recordemos que la pureza se ha restablecido y elevado a un grado hasta entonces desconocido en el mundo antiguo, por la introducción de la religión católica entre los romanos. Esta continúa siempre la misma y la preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, presente en la Eucaristía, puede ser llamado en nuestros días, como lo era en el pasado, el vino que engendra vírgenes. Por lo tanto, poseemos entre nosotros la levadura de todas las victorias y la causa de todos los éxitos. Basta tener fe, piedad, de saber rezar, hacer penitencia y reparación por los pecadores, que conseguiremos vencer esa ola inmensa de impiedad.

No se puede construir seriamente la civilización Cristiana, sin que, entre otras virtudes, la de la castidad esté en la base

Me gustaría acentuar un punto. En toda esta cuestión social de que tanto se habla hoy en día, el problema de la pureza ocupa un lugar preponderante. No puede haber verdadero orden social sin auténtico orden familiar; y esta no existe sin la virtud cuyo nombre llena los hombres de respeto humano. Esta virtud necesita ser conocida, admirada y practicada por los católicos hasta la última perfección. Sobre ella poco se oye hablar: es la virtud de la castidad según el estado de la persona, o la castidad perfecta, o la matrimonial. Dos formas santas de virtud, que necesitan ser adoptadas y defendidas. El orden político y social se raja  inevitablemente en los lugares donde la pureza no es observada. No se puede construir seriamente la civilización cristiana sin que, entre otra virtudes, la de la castidad esté en la base. De esta virtud Santa María Goretti nos dio bellísimo ejemplo.

Hay un principio de Paul Bourget, muy cierto, que es el siguiente: cuando la persona no actúa de acuerdo con sus ideas, acaba pensando de acuerdo con sus actos. Nuestra sociedad, antes incluso de adoptar las ideas anárquicas, va lamentablemente caminando hacia ellas por medio de las costumbres anárquicas.

Una palabra sobre el hombre que la asesinó

Condenado a la prisión, reconoció en toda extensión el mal por él practicado y se convirtió en un prisionero para modelar. Después de cumplir la pena, fue recibido como humilde hermano  laico capuchino, y solicitó a la madre de Santa María Goretti que lo atendiera, pues quería pedirle perdón. Esta lo perdonó y luego ambos combinaron comulgar lado a lado en un día marcado, en una determinada iglesia. Vemos aquí un ejemplo de contrición verdadera, en un mundo donde ésta es cada vez menos conocida: una cabeza que se humilla, un pecho en el que se golpea reconociendo haber pecado, diciendo mea culpa.

Estos hechos nos ayudan a comprender que Santa María Goretti es nuestra patrona, para preservar en la virtud de la pureza; y, si tenemos la desgracia de alejarnos de ese camino, para reconducirnos a una verdadera penitencia y sincera conversión.

Es altamente oportuno pedir su ayuda el día de su fiesta. Si ella llegó a perdonar, por esa forma sublime, a su asesino y consiguió para un hombre tan depravado una forma tan alta de virtud, que se convirtió en un religioso; quién puede más, puede el menos. Entendemos así cuánta confianza podemos depositar en su intercesión.

(Extraído de conferencia del 6/7/1965).

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