Les compartimos los siguientes articulos sobre los Angeles

El Ángel de la Guarda, un príncipe celestial al servicio de cada uno de los hijos de Dios

Autor : Plinio Corrêa de Oliveira

Todo bautizado es heredero de un trono principesco en la eternidad, dejado vacío por uno de los ángeles decaídos.

De acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, los ángeles se dividen en nueve categorías superpuestas: Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, principados, Arcángeles y Ángeles.

Pintura de Fray Angélico
Ejerciendo una de las misiones propias de los ángeles, de ser
mensajeros de Dios, San Gabriel anuncia a María que
Ella será la Madre del Verbo Encarnado.

Aunque todos esos espíritus celestiales contemplan a Dios directamente, no lo hacen con igual amplitud de conocimiento. O sea, los que se encuentran en un nivel superior tienen una visión más plena e inmediata de Él, discerniendo una serie de perfecciones divinas que los menores no alcanzan a distinguir. Sin embargo, esta diferencia de intelección es compensada por la infinita bondad del Creador, el cual dispuso que los primeros revelen a los segundos todo lo que consiguen aprender sobre Él. Y así, esas nociones con respecto a Dios van siendo transmitidas de un ángel a otro, y de una jerarquía angélica a otra, desde la más elevada, donde se encuentran los Serafines, hasta la menos excelsa, que es la de los ángeles.

Se admite que a esos espíritus puros Dios les confió el gobierno de los astros, de tal forma que cada estrella y cada planeta del Universo posee un ángel que lo rige, según los sabios deseos del Altísimo. De ahí la perfección del orden sideral.

Ahora bien, así como cada estrella del firmamento tiene un ángel designado para dirigirla, así también cada hombre cuenta con la tutela y la protección de una criatura angélica: su Ángel de la Guarda. ¡Tan esplendoroso, tan magnífico, que, a veces, cuando él aparece a su protegido, este piensa que está delante del propio Dios! Al mismo tiempo – creo yo – tan parecido espiritualmente con su pupilo que, si cada uno de nosotros conociese a su Ángel de la Guarda, quedaría pasmado al constatar cuánto él es conforme a sus buenos sentimientos y a sus voliciones ordenadas, y se sentiría como un pariente próximo de ese grandioso Príncipe Celestial…

Nuestros Ángeles de la Guarda no nos pierden de vista un solo instante, ni de día, ni de noche, pues aún cuando dormimos velan por nosotros. A todo momento ellos hablan a nuestras almas, susurran con cariño y bondad consejos que nos llevan por las sendas del bien; y cuando se ven obligados a hablarnos con vigor, lo hacen a la manera de un buen padre que a veces reprende a su hijo, justamente porque lo ama.

Nuestros guardianes celestiales se encuentran, por lo tanto, continuamente de bruces sobre nosotros.

Ángel de la Guarda
Por disposición de Dios, los Ángeles de la Guarda
– espíritus puros – velan por los hombres, para protegerlos y
guiarlos por las sendas de la virtud.

Cuando nos sintamos solos, cuando estemos, por ejemplo, transitando por las calles de las ciudades contemporáneas, tan cercadas de inmoralidades, tan sucias, tan impregnadas de polución y de inmundicias de toda especie, roguemos la protección de nuestros angeles de la Guarda. Antes de salir de casa, digamos: «Mi Santo Ángel, acompañadme, venid conmigo, protegedme, habladme al alma y ayudadme a evitar las malas miradas, a las personas que quieran causarme daño, los accidentes que me puedan masacrar; ¡traedme, en fin, todo bien!»

Y cuando estemos en cualquier apuro, acordémonos de esa verdad reconfortante: un Ángel de la Guarda nunca abandona a su protegido. Por lo tanto, mientras caminamos y oímos resonar nuestros pasos sobre el cemento de la acera, pensemos: «Mi Ángel de la Guarda me está viendo». Si sufriéremos una tentación, digamos incontinenti: «¡Mi Santo Ángel, protegedme, apartad de mí ese demonio que me tienta!»

Es interesante notar que, mientras vigilan así a los hombres sobre la Tierra, los Ángeles de la Guarda continúan contemplando a Dios cara a cara. Y ahí, en la presencia del Altísimo, permutan impresiones con respecto a lo que sucede en el mundo, a la lucha entre buenos y malos, al desarrollo del plan de Dios para la humanidad, etc. Aunque no tengan una noticia exacta de los designios divinos sobre la creación terrena, los ángeles, sin embargo, como están dotados de una inteligencia superior, levantan entre sí hipótesis y conjeturas acerca de tales designios. Y esa interlocución angélica sube al Trono del Creador como un extraordinario e indescriptible cántico de alabanza y de glorificación.

Sepamos, entonces, que cada uno de nosotros se beneficia de la tutela de uno de esos seres maravillosos. Sepamos, también, agradecer a nuestro Ángel de la Guarda la protección incansable que nos dispensa, y decir, todos los días, esta bella jaculatoria formulada por la Iglesia: «Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén».

(Revista Dr. Plinio, No. 5, agosto de 1998, pp. 21-22, Editora Retornarei Ltda., São Paulo).

https://es.arautos.org/view/show/90249-el-angel-de-la-guarda-un-principe-celestial-al-servicio-de-cada-uno-de-los-hijos-de-dios

La música de los ángeles en el Cielo

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Cuando oímos un canto, notamos que hay una analogía entre el habla humana y ese cántico, porque cada nota puesta allí es como una inflexión de la voz humana cuando el hombre afirma alguna cosa.

El canto llano, el polifónico y la música clásica
Por ejemplo, al pronunciar «afirma alguna cosa», di énfasis involuntariamente a la palabra «afirma», para indicar el carácter afirmativo de lo que yo quería decir, mientras que fui muy rápido en el resto de la frase, porque «alguna cosa», siendo un término vago, se pronuncia rápidamente, como una pincelada apenas en el pensamiento. De manera que, al pronunciar la frase, hice lo que todo el mundo hace, o sea, martillé las sílabas, modulé la voz de acuerdo a lo que llevo en el temperamento y en el alma con respecto a lo que estoy diciendo.

Es un modo de proferir las frases por donde la pronunciación discretamente como que canta lo que está siendo dicho. Y ese «cantar» indica mi estado temperamental y el sabor encontrado por mí – bueno o malo, agradable o repelente – en lo que estoy diciendo.

En general, tanto el canto llano cuanto el polifónico tienen esa característica: cada nota es una meditación sobre el sentido de la palabra que está siendo dicha, es una toma de posición piadosa, ora triste, ora alegre, ora afectuosa, ora adoradora, ora reparadora, ora eucarística, con respecto a lo que está siendo afirmado. Por eso es bonito acompañar justamente así la música, palabra por palabra.

No obstante, podemos ver en la música otro aspecto. Si tomamos la música clásica, por ejemplo, veremos que se trata de una magnífica arquitectura de sonidos. Esas melodías pueden ser comparadas, de algún modo, a un predio con sus masas distribuidas, sus columnas, sus cuerpos de edificio, sus desdoblamientos, donde entra sin embargo algo más abstracto que la expresión de un pensamiento humano: se introduce una idea pura de armonía.

Podríamos preguntarnos cuál de esas es la verdadera concepción de la música, y, si ambas son verdaderas, cuál es la más alta.
 
Delante de ese problema, yo me pregunto si no habría un estilo de música que reuniese ambas perfecciones, porque son manifiestamente tan nobles y tan altas, que un cierto sentido de unidad nos hace desconfiar que existe la posibilidad de reunir las dos concepciones en una sola visualización.

Sin embargo, todavía no encontré una fórmula y ni siquiera sé si eso es posible. Indico apenas esa idea para esbozar un poco aquello que, probablemente, es la música de los ángeles en el Cielo. Es positivo que los ángeles en el Cielo tienen una melodía, aunque no sea la música material. No hay duda de que esa melodía debe tener una arquitectura sonora magnífica, expresión del ser de ellos.

¿Habrá en el hombre, con las limitaciones de la criatura humana, la posibilidad de una música así? Tampoco sé. Pero es una cosa sobre la cual se puede pensar.

La música de los ángeles en el CieloMeditaciones que nos incentivan a pensar en el Cielo
Estas son las meditaciones que justamente vale la pena tener como entretenimiento cuando, por ejemplo, la rutina está monótona. Es un entretenimiento inocente que deja el alma leve. Y cierto cultivo de la levedad de alma es bueno para quebrar esos estados un tanto depresivos a los cuales podemos estar sujetos.

 
 
 
Platón imaginaba los cuerpos celestes como esferas de cristal que giraban unas sobre otras eternamente, y él tenía la idea de que cada una de esas esferas producía un sonido, y que todos esos sonidos se encontraban en el universo, produciendo una música universal, resultante de los movimientos de los astros.
 
Noten cuántas nociones bonitas se encuentran dentro de esa concepción. Esferas de cristal que giran, ¡es una verdadera belleza! El sonido que se desprende de esas esferas, correlato con el color, la densidad y la rotación de esos cristales, una policromía conjugada con una armonía, ¡qué cosa bonita!

Esa música no expresaría el sentir humano, sería una pura arquitectura universal, casi una meditación filosófica sonora, que produce un reflejo en el hombre. Se podría entonces imaginar un punto de encuentro que sería la expresión de la reacción humana delante de esa armonía universal, y musicalizar eso.

Meditaciones como esa nos ayudan a soportar el peso de la vida y nos incentivan a pensar en el Cielo. Cómo quedan de estúpidas esas lindísimas esferas de cristal cuando consideramos que existen los ángeles, espíritus perfectísimos, purísimos, virtuosísimos, fidelísimos, que contemplan continuamente a Dios, viendo en Él bellezas que son siempre las mismas y siempre nuevas, exclamando con cánticos su sentir. ¡Es una cosa maravillosa!
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(Revista Dr. Plinio No. 236, noviembre de 2017, p. 34-35, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 23.3.1970)
 

¿Hablan los ángeles?

Autor : P. Louis Goyard, EP

Al ser puros espíritus, los ángeles no pueden hablar de la misma forma que nosotros, mediante sonidos o gestos. Entonces, ¿de qué manera se comunican entre sí? ¿Y con Dios?

Discurrir sobre los ángeles podría parecer una cosa extravagante y pueril hace algunos años. No obstante, el tema surge de nuevo hoy con toda su fuerza, en plena época materialista.

Errores y mucha fantasía en torno a este moderno interés por las criaturas angélicas son añadidos a aquello que la Iglesia enseña a su respecto. Nuestra intención no es analizarlos aquí. Tan sólo nos proponemos investigar sobre un asunto que mueve extremamente nuestra curiosidad, con el propósito de rasgar un poco el velo que nos oculta el mundo de los puros espíritus: ¿cómo se comunican ellos?

Seres inmateriales, pero compuestos

Que los ángeles son seres inmateriales es algo que hoy se acepta pacíficamente, aunque no sea fácil de comprenderlo. Tendemos a “antropomorfizar” su vida, transponiendo al plano de lo celestial las circuns tancias de nuestra existencia terrena. Sin embargo, no hay nada más lejos de la realidad que esto.

Por eso mismo, el debate sobre la existencia de un “cuerpo angélico” provocó, en los primeros siglos de la Iglesia, controvertidas discusiones entre los entendidos e incluso entre santos. Una corriente teológica muy numerosa —en la que se encontraba San Buenaventura— defendía la tesis de que los entes angélicos tienen, en su composición, alguna “materia espiritual”, un cuerpo etéreo, muy sutil. Porque si no, ¿cómo se explica su individuación, contingencia, al ser criaturas compuestas y estar delimitadas?, argumentaban los defensores de aquella corriente.1 Aún más: si los ángeles son puros espíritus, ¿no serían entonces totalmente simples?2 ¿Cómo distinguirlos de Dios?

La cuestión vino a ser esclarecida por una de las más grandes lumbreras del pensamiento: Santo Tomás de Aquino. Con sencillez y objetividad, clarificó ideas abstrusas y precisó conceptos ambiguos —a veces, diríamos, infantiles.

De paso mencionemos que fue apodado con toda propiedad de Doctor Angélico, título utilizado por primera vez por San Antonino de Florencia (1389-1459)3 y más tarde consagrado por San Pío V en la bula Mirabilis Deus , de 1567, “quizápor sus virtudes, en particular la sublimidad del pensamiento y la pureza de la vida”, como observa el Papa Benedicto XVI.4

En la Suma Teológica , Santo Tomás dedica un tratado entero al tema de los ángeles, sobre el que también discurre en De Substantiis Separatis , en el libro II de las Sentencias y en De Veritate , además de realizar aclaradoras menciones en otras obras.

Al principio, discrepó de la necesidad de que hubiera un cuerpo angélico, señalando que el concepto de “materia espiritual” era en sí mismo contradictorio e insostenible.

Tal afirmación fue una de las que más polémica causó en su tiempo y casi llevó al Obispo de París, Mons. Étienne Tempier, a condenarlo como hereje. Por otro lado, subrayó que todos los seres creados son necesariamente contingentes y compuestos. En el caso de los entes corporales, existe una composición de forma y de materia . Pero hay una composición anterior, inherente a toda criatura, la de esencia y la de acto de ser (oexistencia ).

Una está para el otro en una relación de potencia y acto .5 De esta forma, aunque en los ángeles no exista la materia, también ellos son compuestos: su esencia se distingue realmente de su acto de ser.

Ahora bien, Dios es acto puro; en Él hay identidad de esencia y existencia.

El P. Bandera explica que Él “es absolutamente simple y en Él no hay ningún tipo de composición. Las criaturas no alcanzan nunca la simplicidad propia de Dios y, por consiguiente, entrañan alguna composición.

Pero para explicar esta composición no es necesario recurrir a la materia; la composición original, la inherente a la criatura en cuanto tal, es la de esencia y existencia”.6

Los ángeles tienen el ser por participación en el Ser divino. No existían desde siempre, sino que en determinado momento recibieron el don de la existencia, creados de la nada. Esto ya es suficiente, según la doctrina innovadora de Santo Tomás, para distinguir a la criatura del Creador.7 Así quedaba resuelto el problema referente a la naturaleza angélica: una criatura, por muy excelente que sea, está compuesta por lo menos de esencia y existencia; en el Creador, la existencia es idéntica a la esencia.

¿Cómo llegan los ángeles al conocimiento de las cosas?

La Escolástica enseña que todo conocimiento nos viene a través de los sentidos. Así, antes de que nuestro intelecto forme una idea sobre un objeto, median los sentidos internos — sentido común, imaginación, memoria, cogitativa—, que organizan y preparan en representaciones imaginarias los datos percibidos en bruto por los sentidos externos. Finalmente el intelecto abstrae las características individuales del objeto particular, aprehendiendo su esencia, con la que trabajará para llegar a conceptos, raciocinios y juicios universales.

En el proceso del conocimiento humano existe, por lo tanto, un paso del objeto particular conocido a las ideas universales. De esta manera, si alguien que anda por la calle se encuentra de repente con un animal, sin conocer siquiera detalles sobre él (p. ej., cuando nació o quién es su dueño), sabrá de inmediato si se trata de un perro, un gato, etc.

Después de haber conocido varios perros, la esencia canina está bien determinada en nuestra mente por ciertas características que, siendo universales, se aplican a todos los entes de esa especie. Por eso, a menos que haya alguna interferencia (la falta de buena iluminación en el lugar, por ejemplo), al ver a un perro, sabremos que es un can, ya se trate de un dálmata, un pastor alemán, un labrador o un simple chucho callejero, sin importar su tamaño, edad, color u otros rasgos particulares.

Nuestro raciocinio, por tanto, trabaja con ideas universales. Por eso, entendemos perfectamente una noticia que diga: “Por determinación del Servicio Sanitario Estatal, todos los perros deben ser vacunados contra la rabia”. La palabra “perros”, refiriéndose a la esencia, designa a todos los individuos de la especie canina.

Sin embargo, en el ángel el proceso de conocimiento no puede darse de la misma manera, pues no tiene cuerpo y no posee sentidos que capten los detalles.

Entonces, ¿cómo llega hasta el conocimiento de las cosas?

Resumiendo la doctrina de Santo Tomás al respecto, el profesor Peter Keeft afirma que “es propio al hombre progresar en la verdad por etapas, por medio de conceptos y de raciocinios hasta el conocimiento de la verdad de un juicio”, mientras que les es propio a los ángeles conocerla “intuitiva e inmediatamente, de una vez, no por medio de ese proceso temporal”.8

Veamos más detenidamente estos puntos.

Las especies (ideas) por las que los ángeles conocen las cosas no les vienen de estas últimas. Por ejemplo, a un ángel no le hace falta conocer a varios gatos para concluir, abstrayendo las características particulares de cada uno, en la idea de “gato”.

El espíritu angélico no está sujeto a un desarrollo gradual, sino que empezó a existir en la plenitud de su conocimiento.

Nunca tuvo que aprender, en el sentido propio del término.

En otras palabras, en el momento en que Dios creó a los ángeles les infundió las ideas o conceptos abstractos de todas las cosas, sin los cuales no serían capaces de conocer las cosas particulares o individuales. Cuando un ángel “ve”, es decir, aplica su inteligencia a algo nuevo, no adquiere idea alguna; tan sólo lo compara con el concepto universal presente ya en su intelecto.

Jerarquía piramidal y vertical

Entre los hombres existe una jerarquía que podríamos llamar de piramidal, donde muchos dependen de uno o de algunos. Esto ocurre en una familia en la cual los hijos están sujetos a los padres; o en un país, donde los súbditos dependen del monarca o jefe de Estado. En la jerarquía familiar, los hijos tienen una igualdad relativa, sin depender unos de los otros para hacer llegar a sus padres sus deseos e interrogantes.

Evidentemente, la igualdad absoluta no es sostenible, pues un hijo será más inteligente o más fuerte —y este aspecto superior— que otro. A un nivel más elevado, tal desigualdad es la que hace posible la constitución de una sociedad.

Entre los ángeles eso pasa de manera diferente. Como cada uno constituye una especie única, cuanto más elevado es el ángel, más ricas son las ideas o conceptos que le han sido infundidos por Dios, al crearlo.9

Quizá se podría pensar que esa desigualdad fuese motivo de tristeza para los ángeles inferiores. No obstante, esto no ocurre, ya que las apetencias, capacidades y gloria de cada uno son plenamente satisfechas por el propio Creador, desde el momento que entraron en la Visión Beatífica. 10 Por consiguiente, no tienen posibilidad de sentimiento de infelicidad.

Al contrario, las cualidades de los ángeles superiores constituyen motivo de admiración para ellos.

¿Cómo hablan los ángeles?

Con estas aclaraciones hechas, nos podríamos preguntar cómo es el “habla” de los ángeles, y es Santo Tomás de nuevo quien nos responde: es dado por iluminación y por locución.

Se denomina iluminación al acto por el que un ángel superior da a conocer a uno inferior alguna verdad sobrenatural de la que ha tenido conocimiento, gracias a la inmediata revelación de Dios. Por ejemplo, el Señor les manifestó directamente a todos los seres angélicos la futura Encarnación del Verbo, pero no de igual forma: a unos les comunicó más y a otros menos, dejando que los ángeles superiores se encargaran de iluminar a los inferiores, de modo que éstos progresasen en el conocimiento de ese misterio hasta el día de su realización.11

Conforme lo explica Santo Tomás, la iluminación se hace de la siguiente manera: en primer lugar, el ángel superior fortalece la capacidad de entender del ángel inferior; en segundo lugar, el superior propone al inferior aspectos particulares de verdades sobrenaturales que él, ángel superior, “conoce universalmente”. 12

Santo Tomás ilustra esta doctrina ejemplificándola con un maestro que cuando enseña una materia la divide en partes coherentes y ordenadas, acomodándola a la capacidad de sus alumnos. Éstos tendrán, evidentemente, un conocimiento fraccionado, muy inferior al de su maestro. Así ocurre con los ángeles: “El ángel superior recibe el conocimiento de la verdad bajo una forma de concepción universal que sobrepasa la capacidad intelectual del ángel inferior”. 13 Para iluminar al inferior, el superior fragmenta y multiplica la verdad que él mismo conoce de modo universal, haciéndola más particular.

Esta forma de comunicación, por iluminación , procede únicamente de los ángeles superiores hacia los inferiores.

Aunque los ángeles inferiores también hablan, en la locución , con los superiores. Según el Doctor Angélico, lalocución tiene por finalidad manifestarle algo interior a aquel con quien habla o pedirle alguna cosa: “Pues hablar a otro no es más que manifestarle algún concepto de la mente”.14 No se trata en este caso de presentar una verdad sobrenatural, porque eso sería la iluminación . En otras palabras: toda iluminación es una locución, pero no toda locución es una iluminación.

Es indudable que la comunicación de los ángeles entre sí no es expresada con sonidos, gestos u otro elemento material, pues su naturaleza es sólo espiritual. Se produce por un acto de la voluntad, mediante la cual un ángel dirige su pensamiento a otro dándole a conocer los conceptos que posee. Puede transmitir algo a unos y a otros no, conforme lo desee.

Los ángeles también se comunican con Dios, pero no como se dirige el agente al paciente o, según la terminología humana, el maestro al discípulo. Le habla “el ángel a Dios, bien sea para consultar la divina voluntad sobre lo que se ha de hacer, o para admirar la grandeza divina, que nunca ha de llegar a comprender” 15, explica Santo Tomás.

El tema de las conversaciones angélicas

Es obvio que el principal objeto de conversación de los ángeles es Dios, pues toda criatura tiende naturalmente a volverse hacia el Creador, sobre todo tratándose de seres tan perfectos como ellos.16

Además de que, “al encontrarse en la Visión Beatífica”, siempre estarán contemplando nuevos aspectos de Él por toda la eternidad. Al ser Dios infinito, por mucho que los ángeles del Cielo le vean en su conjunto no lo ven en su totalidad, cosa imposible para cualquier criatura.

Conversan igualmente sobre los designios divinos a respecto del universo material, en el que el hombre es el elemento más importante. No pueden, por tanto, dejar de interesarse enormemente por la acción divina en la Historia; así, los ángeles superiores les comunican a los inferiores lo que “ven” en Dios al respecto.

Podíamos imaginarnos un diálogo en el que nuestro Ángel de la Guarda le preguntase a un ángel más elevado cómo comprender mejor nuestra psicología. Por ejemplo, por qué procedí de tal manera, por qué dejé de actuar en tal o cual ocasión, etcétera. El ángel superior, además de darle al Ángel de la Guarda las explicaciones oportunas, añadiría alguna orientación sobre cómo guiar nuestra alma de la forma más apropiada conforme el plan de Dios.

Una cosa es segura: nuestros ángeles custodios están constantemente conversando sobre nosotros con los ángeles que son superiores a ellos, de modo que existe una “cascada”, o “cadena”, de ángeles interesados por la santificación y la salvación de cada uno de nosotros.

Que tal pensamiento contribuya a aumentar nuestra devoción a los Santos Ángeles, esos gloriosos intercesores celestiales, de los que muchas veces nos olvidamos.

1 Cf. BANDERA GONZÁLEZ, Armando. Introducción a las cuestiones 50 a 64. In: Suma Teológica . 2ª ed. Madrid: BAC , 2009, p. 496 2 Sobre la simplicidad divina, recordemos que en el plano espiritual, al contrario de lo que ocurre en el material, mientras más simple es algo, más perfecto es. Cf. CREAN, Thomas. A Catholic replies to professor Dawkins . Oxford: Family Publications, 2008, pp. 29-32 3 Cf. CLÉMENT, André. La sagesse de Thomas d’Aquin . París: Nouvelles Editions Latines, 1983, pp. 171-173 4 Audiencia General, 2/6/2010. Diversos autores señalan que tal título se debe a la acuidad de su pensamiento, como que angélico. CLÉMENT, op. cit., p. 171; HEUSER, Herman Joseph. In: The American ecclesiastical review . 1923, vol. LXVIII, p. 92: “Más propiamente por causa de su extraordinario poder intelectual, que le permitía hablar con la lengua de los ángeles”. 5 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica , I, q. 50, a. 2, ad 3 6 BANDERA, op. cit. , p. 496 7 Cf. Ídem, ibídem. 8 KREEFT, Peter. Summa of the Summa . San Francisco: Ignatius, 1990, p. 328 9 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, op. cit., I, q. 108, a. 4, ad 1 10 Todo lo que hemos referido a propósito de la naturaleza angélica se aplica, evidentemente, tanto a los ángeles del Cielo, confirmados en gracia, como a los ángeles caídos. Por supuesto, al contrario de estos últimos, los Santos Ángeles, aun cuando en estado de prueba, nunca cedieron a movimientos de envidia, sea con relación a Dios, sea con relación a los otros ángeles. 11 JOSEPH MACINTYRE, Archibald. Os Anjos, uma realidade admirável. Río de Janeiro: Revista Continente, 1983, p. 255 12 SANTO TOMÁS DE AQUINO, op. cit., I, q. 106, a. 1 13 Ídem, ibídem. 14 Ídem, I, q. 107, a. 1 15 Ídem, I, q. 107, a. 3 16 Es evidente que los Santos Ángeles conversan sobre Dios inundados de amor, admiración, deseo de crecer en el conocimiento sobre Él y servirlo, mientras que los demonios son movidos por el odio y la rebeldía: su non serviam resuena para toda la eternidad.
 

http://caballerosdelavirgen.org.ec/hablan-los-angeles-2/

 

 

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