San Nicolás

¿Existió Papá Noel? Más temprano o más tarde, todo niño hace esta pregunta.
Y los padres pueden responder fácilmente a sus hijos contandoles la bella historia de la vida de San Nicolás.

1.jpgEn los centros comerciales frecuentemente, se ve un personaje con traje de colores vivos, despertando la curiosidad general y en los niños, la alegre expectativa de los regalos y las golosinas.

Es Papá Noel. ¿Cómo nació esta tradición? En realidad, existió una persona mucho más importante que el legendario Papá Noel. Fue San Nicolás, quien falleció como Obispo de Mira, Turquía, en el año 324.

Este gran Santo que va de casa en casa, llevando regalos, para los niños piadosos y que se han portado bien. Narrando a los hijos, la bella vida de este gran Santo, los padres despiertan en las almas infantiles, el sentido de lo maravilloso y estimulan la práctica de la virtud. Con la gran ventaja de que, en este caso, la realidad supera la leyenda.

San Nicolás, obispo de Mira, en Lícia, tan celebrado en todo el mundo por el resplandor de las virtudes, por el número de milagros y por la confianza del pueblo, por la cual mediaba siempre, nació en Patares, ciudad de Lícia.

Uno de los biógrafos de San Nicolás, obispo de Mira, fue San Juan Damasceno. En las nueve odas en honor al santo, encontradas por el Cardenal Mai, de las cuales faltan las dos primeras, el poeta de Damasco resume la tradición común de los griegos y de los latinos sobre el ilustre Pontífice de Mira.

1.jpg«Ni la arena que se encuentra a la orilla del mar, dice él, ni la multitud de olas, ni las perlas del rocío y los copos de nieve, ni el coro de los astros, ni las gotas de lluvia y las corrientes de los ríos, ni el murmuro de las fuentes jamás se asemejarán, oh Padre, a la cantidad de tus milagros (1). Todo el universo tiene en ti un servicio de emergencias en las aflicciones, un aliento en las tristezas, un consuelo en las calamidades, un defensor en las tentaciones, un remedio en las enfermedades».(2)

El Padre Croiset, jesuita, resume así esta misma vida en su Año Cristiano:

«San Nicolás, obispo de Mira, en Lícia, tan celebrado en todo el mundo por el resplandor de las virtudes, por el número de milagros y por la confianza del pueblo, por la cual mediaba siempre, nació en Patares, ciudad de Lícia, en el Asia Menor. Sus padres eran muy adinerados: además, piadosos. Cuando ya se encontraban desesperanzados de tener un hijo, nació de ellos Nicolás, que les fue un regalo del cielo.

Tales presagios de futura santidad del joven Nicolás animaron a los virtuosos padres a redoblar de cuidados. Y la educación que el niño tuvo fue toda Ella cristiana, esmeradamente cristiana.

Aplicándose a las ciencias, enseguida se volvió sabio, y, al mismo tiempo, más santo. La dulzura, la mansedumbre, la modestia eran en él cosas tan características que lo imponían como modelo a los jóvenes. Todos admiraban la regularidad, la tierna devoción, la sabiduría, en una edad en que la vivacidad y el amor al placer dominan, donde las pasiones son, ordinariamente, la mayor impulsora de las acciones.

Era San Nicolás muy joven cuando perdió a sus padres. Sintió la pérdida grandemente, pero no fue obstáculo a sus virtudes. La muerte de su papá y de su mamá le legaron muchos bienes, sirvió para tornarlo mas piadoso, pero esquivo y retirado, más caritativo de lo que ya era.

Virtud resplandeciente: la caridad

Un día, al enterarse que un gentil hombre de la ciudad, pobre, muy pobre, estaba a punto de hacer prostituir a sus tres hijas, porque no tenía nada para hacerles casar, San Nicolas se emocionó tremendamente. Después de pensar, esperó que anocheciera, y, llenando una cartera de monedas de oro, salió en busca de la casa del desolado padre. Entonces, cuando se percató que estaba solo, frente a la casa, delante de una ventana providencialmente abierta, lanzó la cartera y dejó el local a las corridas, esquivando frente a la pared de las casas, para que la oscuridad lo ocultase.

Al día siguiente, cuando el hombre gentil vio la cartera, febrilmente se sentó a contar el dinero, certificándose de que contenía una gran cantidad. Dando gracias a Dios, pudo dotar a la hija más vieja, buscando que se case inmediatamente, cierto, de que la Providencia se ocuparía de las otras dos.

Y así fue, porque, luego en la siguiente noche, siempre a escondidas, nuestro buen santo lanzó por la ventana otro bolso, que contenía la misma suma anterior.

El padre, en el apogeo de la alegría, presintió de que seguramente habría una tercera vez. En un gran, incontrolable deseo de conocer al benefactor lo llevó a emboscarse, ni bien cayera la noche.

San Nicolás, de hecho, con un tercer bolso, protegido por la oscuridad, rumbo a la casa del gentil hombre. Y, apenas saco la cartera como de costumbre, fue efusivamente abrazado por el padre de las tres jóvenes que saliera de la sombra, donde se ocultaba y vio todo.

San Nicolás, sorprendido y, al mismo tiempo, grandemente confuso por verse descubierto, se quedó en silencio, sin saber que decir. Al final, recuperándose, ordenó, con vehemencia:

– Esto debe quedar absolutamente en secreto – absolutamente!

El gentil hombre le prometió que así sería, categóricamente. Pero, al día siguiente, ya de mañana, toda la ciudad sabia, encantada, de aquella liberación, de aquella caridad inmensa.

Virtud tan resplandeciente y tan pura no era para el mundo. Con efecto, San Nicolás pensaba en dejar el siglo. Dios lo escogiera para hacer de él uno de los más bellos ornamentos de la Iglesia. Y fue con la aprobación pública que lo vieron integrar el clero.

La elección del nuevo Obispo de Mira

2.jpgEl obispo de Mira, conociendo la gran piedad y la no menor sabiduría, se apuró en hacerlo padre. Tal dignidad dio un nuevo lustre a la santidad de Nicolás, y el sacerdocio, encontrando medios tan puros y alma tan cristiana, le comunicó un nuevo brillo a la virtud, imprimiendo nuevo rigor a su celo.

El tío, listo para hacer un viaje de devoción a tierra santa, dejó la dirección de la diócesis al sobrino. Y Nicolás la gobernó con tanta sabiduría y edificación general, que todos pasaron a desearlo como obispo.

Falleciendo el tío poco después del regreso, Nicolás, que nada temía más que el episcopado, se aprovechó para dejar el país y fue a Palestina.

Después de visitar los lugares santos, se retiró a una caverna donde se dice que el Niño Jesús, Nuestra Señora y San José, al huir de Judea, pasaron una noche, camino a Egipto. Deseaba quedarse allí el resto de su vida, pero Dios le dio a conocer que debía retornar a Mira. Y así hizo el Santo.

Llegando a Mira, se metió a un monasterio aspirando la oscuridad, para darse a los ejercicios de la más austera penitencia.

Mientras, el obispo Juan, que sucediera al tío de Nicolas, falleció. Los obispos de la provincia se reunieron en Mira para dar a la Iglesia un nuevo obispo. La elección estaba difícil, no se llegaba a un acuerdo, cuando uno de los más venerables de la asamblea por un movimiento del Espíritu Santo, dijo que Dios deseaba que se escoja para obispo de Mira al primer hombre santo que entre a la iglesia para orar, al día siguiente.

San Nicolás fue el elegido de Dios, porque, sin saber nada de lo que pasaba, cierto día, que era lo que el viejo obispo dijera, salió del monasterio, lo que raramente hacía, para rezar en la iglesia.

Todos quedaron agradablemente sorprendidos cuando vieron que era Nicolás aquel que debía llenar el lugar dejado por el obispo muerto.

Bien que el Santo quiso huir, pero no hubo alternativa, y fue, en medio de la ruidosa alegría del pueblo y del clero, sagrado obispo.

Un gran milagro3.jpg

Ni bien le diera fin a la ceremonia, y una mujer, saliendo del medio de la multitud, cargando un niño en los brazos, llegó hasta el nuevo obispo y se le tiró a los pies, a suplicar:

– Dad vida a mi hijito! Mi hijito cayó al fuego y no soportó las horribles quemaduras! Murió! Vedlo, pobrecito, todo quemado y muerto! Ten pena de mi! Dad vida!

San Nicolás, emocionado, sintiendo los dolores de aquella madre alucinada, se levantó, hizo la señal de la cruz sobre el cuerpito muerto y lo resucitó en la presencia de todas las personas y de los prelados.

2.jpgEn otra ocasión, al embarcarse en un navío, informó al comandante que tendrían una violenta tormenta por el camino. El viejo lobo de mar, recibió con irónica sonrisa esa previsión de un simple pasajero. Sin embargo, la tormenta no tardó.

Era tan terrible, que todos creyeron que había llegado su fin. Sabiendo que un pasajero había previsto lo que estaba ocurriendo, corrieron hacia él pidiéndole ayuda.

Nicolás imploró a Dios y luego cesó la tormenta, se calmó el mar y el sol apareció resplandeciente… Se volvió así, el patrono de los marineros, que lo invocan en los momentos de peligro.

San Buenaventura narra, que en una posada, el dueño había asesinado a dos estudiantes, que se habían apoderado de su dinero. Horrorizado por ese vil crimen, San Nicolás, resucitó a los jóvenes y convirtió al asesino.

Celo apostólico

Elevado al episcopado, se preparó para cumplir todos los deberes que se le impongan, y conquistar en la perfección todas las virtudes de un santo obispo. Pasaba casi toda la noche al pie de los altares a pedir por sí y por el pueblo. Cuando rezaba la misa, una luz le iluminaba el rostro, tan repleto estaba el corazón de un fuego sagrado. El fervor le crecía día a día, y la solicitud pastoral se extendía por todas las necesidades del pueblo. Lo que recibía, lo daba inmediatamente a los pobres.

Para encontrar al Santo, bastaba buscarlo en tres lugares: en la iglesia, a orar, en las prisiones, confortando a los detenidos, y en los hospitales, buscando saber de los enfermos y de sus necesidades.

Encargado de distribuir el pan de la palabra de Dios al pueblo, lo hacía Nicolás con tanto fruto y suceso, que mucha gente pasó a cambiar de opinión sobre la religión. Las austeridades crecían con el trabajo. Ayunaba dos veces por semana, desde el principio de la vida. En la juventud, a los dos juntó más uno. Cuando obispo, entonces pasó a ayunar todos los días.

Exiliado, por el amor que ponía en Jesús Cristo

El emperador Licínio, habiendo renovado la persecución a Diocleciano, envió oficiales a Mira para restablecer la idolatría. Y San Nicolás mostró que un santo jamás es mayor que en los combates por la religión. El celo hacia el pueblo fue incansable, y el deseo que tenía del martirio lo llevaba a despreciar las amenazas de los oficiales paganos.

Fue, al final enviado para el exilio, cargado de cadenas, por el amor que ponía a Jesús Cristo. Y pasó por toda la suerte de malos tratos. Todos los días era chicoteado.

Derrotado Licínio por el gran Constantino, regresó a Mira, triunfante, el gran Nicolás. El viaje de vuelta fue todo de un sin número de insignes conversiones y de milagros sin cuenta.

Si San Nicolás testimonió tanto celo contra los idolátras, no lo testimonió menos contra los arianos. Asistió al primer concilio de Niceia, donde brilló como uno de los mediadores generosos confesores de Jesús Cristo, y como uno de los mayores prelados de la Iglesia. El número de milagros, que Dios se dignó hacer por su intercesión, es prodigioso: es con razón que es llamado el taumaturgo de su siglo.

Tantas maravillas tornaron el nombre de Nicolás célebre por todo el Universo.

La despedida

4.jpgQuiso el Señor, entonces, recompensar todos los trabajos del servidor fiel, y le dio a conocer el día y la hora de su muerte. Tal revelación lo llenó de alegría poco conocida de los hombres.

Después de haber dicho adiós al pueblo, al final de una misa pontifical, se retiró San Nicolás al monasterio de Sião. Allí, después de una corta enfermedad, le fueron administrados los últimos sacramentos, entregó la santa alma a Dios. Era 6 de Diciembre de 327. Se ignora la edad. Enterrado en la iglesia del monasterio, de la tumba luego comenzó a correr un líquido milagroso, que tenía la virtud de curar todas las enfermedades.

Erigida en su honor una soberbia iglesia por Justiniano, la reparó Basilio con magnificencia, en 1087.

Pillando los turcos toda Siria, el cuerpo fue transportado para Bari, en Apúlia, Italia, donde se conservó con gran veneración en una iglesia magnífica en que la tumba vino a ser de los más célebres por el número de milagros prodigiosos que se dieron.

En algunos países de Europa, es costumbre de las personas cambiar regalos el día de su fiesta, el 6 de Diciembre. A nosotros, también San Nicolás, no dejará de ayudarnos, en nuestras necesidades.

Pidámosle, pues, no sólo bienes materiales, sino sobretodo grandes dones espirituales. Que él obtenga de la Santísima Virgen y de San José, la gracia de que en esta Navidad, haga nacer en nuestras almas, al Niño Jesús —el mayor regalo dado a los hombres—, con el fin de llevarnos a la Patria celestial, para la cual fuimos creados.

(1) Sexta estrofa de la novena oda, Mai, Spicilegium Romanum, t. IX.
(2) Segunda estrofa de la tercera oda, M., S. R., t. VII.
(Libro Vida de los Santos, Padre Rohrbacher, Volumen XXI, pgs. 56 à 66 – los subtítulos son nuestros)

 

(Revista Heraldos del Evangelio, Dic/2003, n. 24, pag. 36-37)

 

San Nicolás

http://es.arautos.org/view/show/3810-san-nicolas-obispo-de-mira

https://es.arautos.org/view/show/812-san-nicolas-la-realidad-supera-la-leyenda

La mayoría de los niños sabe responder de dónde viene el famoso Papá Noel: «¡Del Polo Norte!». Sin embargo, pocos conocen a San Nicolás, figura que parece haber sido borrada de la Historia…

 

«¡Noche de paz, noche de amor! Ha nacido el niño Dios en un humilde portal de Belén…».

Después de los cantos que caracterizan la esperada Nochebuena, tan cargada de maravillas para las almas inocentes, y en medio a un ambiente de bienquerencia y expectativa que marca ese período del año ocurre algo insólito en los hogares…

Con la certeza de que todos ya se encuentran inmersos en un profundo sueño, a través de la chimenea de la casa o por alguna otra entrada que muchos hasta hoy no han descubierto, se cuela un personaje. Llega volando desde tierras lejanas montado en un curioso trineo tirado por renos, simulando una especie de carruaje, transporte éste en el cual todo niño ha deseado algún día subirse, aunque fuera en sueños…

San Nicolás bendicea un niño
Iglesia del Santo Cristo, Ciudadela de Menorca (España)

Ahora bien, ¿qué hace ese misterioso visitante —curiosamente, al que nunca se le confunde con un ladrón— llegando esa madrugada navideña mientras todos ya están dormidos?

De barba siempre blanca y larga, se presenta con «sorpresas» escondidas en grandes sacos rojos: regalos de todo tipo, los cuales distribuye con abundancia y prodigalidad, como queriendo agradar sin esperar nada a cambio.

A este generoso personaje unos lo llaman Papá Noel y otros Santa Claus. Ambos nombres se refieren al mismo individuo, cuya fama es mundialmente conocida y perdura hasta nuestros días, más viva que nunca, dándonos la impresión de que es eterna.

Todo niño, de cualquier localidad del globo terráqueo, sabe decir de dónde viene: «¡Del Polo Norte!». Pero ¿acaso será éste de verdad su punto de partida? Lo cierto es que su viaje histórico se revela aún más lejano y fantástico que su mítica circunnavegación nocturna alrededor de la Tierra… Y en él nos vamos a adentrar.

Defensor de la fe y generoso padre

En realidad, esta figura navideña no es tan imaginaria como parece. Se refiere a un varón de Asia Menor cuyo nacimiento se remonta al siglo III —por tanto, ¡no en el Polo Norte!—, concretamente donde hoy se localiza Turquía.

De nombre Nicolás, nació de una familia acomodada, en Licia, provincia romana situada junto al mar Mediterráneo. Por las virtudes que brillaban en su alma fue elegido obispo de Mira, una de las ciudades más importantes de la región, y ejercía su ministerio con energía y bondad.

Siempre celoso de la sana doctrina, tomó severas medidas contra el paganismo y combatió incansablemente las herejías. Pero sus obras de caridad para con el prójimo fueron las que lo hicieron célebre en todo el orbe cristiano.

Milagros hechos en vida

Uno de esos episodios se volvió conocido aún en vida, valiéndole la devoción de los fieles y una fuerte fama de santidad.

En aquella época había en Mira un juez que, bajo presión de soborno, condenó a muerte a tres hombres inocentes. Ahora bien, en el momento de la ejecución el bondadoso Nicolás apareció en el lugar, arrancó el arma de las manos del verdugo, reprendió al inicuo juez y les dio la libertad a los sentenciados.

Poco después ocurrió en Constantinopla otro hecho similar: tres oficiales fueron indebidamente condenados. ¡Pobre justicia temporal, tan a menudo regida por la infamia de la ambición en lugar del amor a la Verdad! Sin embargo, los reos habían presenciado la escena narrada arriba y no lo dudaron: llenos de devoción por la figura del imponente y paternal San Nicolás, se pusieron a rezar enseguida, rogándole que también los salvara, aunque desde la distancia… He aquí que esa misma noche el emperador Constantino soñó con el santo, que le ordenaba que liberara a aquellos infelices, ¡porque eran inocentes!

Al día siguiente, Constantino llamó a los tres condenados y al interrogarlos se enteró de que habían invocado a «Nicolás de Mira» para pedirle su auxilio. Conmovido, el emperador los soltó.

San Nicolás salvando a los tres inocentes,
por Mariotto di Nardo – Museos Vaticanos

¡Patrón de los niños!

San Nicolás murió el 6 de diciembre, a mediados del siglo IV. Las virtudes practicadas por este varón lo llevaron a alcanzar un alto grado de santidad y sus milagros post mortem le sirvieron para enaltecerlo aún más. De este modo se convirtió rápidamente en uno de los santos más conocidos de la Iglesia Católica.

Con respecto a él existen numerosos hechos cuya memoria ha perdurado por los siglos. Los marineros lo tienen como patrón y en ciertas regiones hasta hoy día conservan la costumbre de desearse unos a otros un buen viaje diciendo: «¡Que San Nicolás lleve tu timón!».

No obstante, el más famoso de sus títulos siempre fue el de «patrón de los niños». Esto se debe principalmente a dos episodios. El primero ocurrió cuando el santo obispo supo que el padre de tres muchachas tenía serios apuros financieros y no conseguía pagar la dote necesaria para el casamiento de sus hijas, lo que las llevaría a adoptar una vida errante…

Lleno de compasión por los miembros de esa familia, Nicolás se dirigió a la casa donde vivían y, escondido entre la penumbra de la noche, lanzó por la chimenea un saquito lleno de monedas de oro, con el fin de ayudarles. Así lo hizo tres veces. Algunas versiones de la historia llegan a afirmar que uno de esos generosos saquitos cayó justo dentro del calcetín de una de las jóvenes que estaba colgado de la chimenea secándose…

El segundo hecho consiste en un magnífico milagro obrado en vida por San Nicolás: la resurrección de tres chiquillos que habían sido ¡asesinados! Este acontecimiento fue el que terminó consagrándolo oficialmente como patrón y protector de los niños.

Así, en varios países se estableció la piadosa tradición de darle regalos a los más pequeños el 6 de diciembre, en honor de San Nicolás.

San Nicolás echando las monedas en el interior de la casa de las tres doncellas,
por Bicci di Lorenzo – Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

¿Cómo pudo transformarse en Papá Noel?

Tras conocer tales maravillas es comprensible, querido lector, que por su cabeza ronde la siguiente duda: ¿Qué tiene que ver Papá Noel con esa descripción sobre San Nicolás? ¿Cómo llegó a convertirse el tan virtuoso obispo de Mira en un habitante del Polo Norte que, en una sola noche, les reparte regalos de Navidad a todos los niños del mundo?

La transformación del santo en una quimera tiene sus más remotos orígenes en la Reforma protestante. Así como muchos siglos atrás el emperador Diocleciano había intentado acabar con la persona de Nicolás, los reformadores trataron de borrar de la Historia y, sobre todo, de los corazones de los fieles el recuerdo de ese gran varón.

A la izquierda, portada de la revista «Harper’s Weekly» del 3 de enero de 1863, con una de las primeras representaciones del moderno Santa Claus;
en el centro , dibujo de Thomas Nast para la misma publicación;
a la derecha, una de las ilustraciones creadas por Haddon Sundblom para Coca-Cola en las décadas de 1920 y 1930

Sin embargo, la devoción a él estaba tan arraigada en Europa que no desapareció por completo. La figura de San Nicolás se mezcló con entes mitológicos, alguno de ellos bastante antipáticos y agresivos, dando origen a personajes como el Sinterklaas holandés, que pasó al Nuevo Mundo con los emigrantes de esa nación.

A lo largo del siglo XIX, fue tomando en Nueva York su actual fisonomía. En 1822 el poeta Clement Moore escribió un libro titulado A Visit from Saint Nicholas, en el cual presentaba a un personaje procedente del norte, en un trineo tirado por renos voladores. Años más tarde, en 1863, el caricaturista político Thomas Nast hizo un dibujo para la revista Harper’s Weekly, en el cual ya presentaba las características que hoy conocemos: un hombre de edad avanzada, corpulento, risueño, de poblada barba blanca.

Desde entonces varias empresas comenzaron a aprovecharse de esa figura navideña como medio de publicidad, incluso Coca-Cola, responsable de consagrar definitivamente su traje rojo y blanco, en 1920.

San Nicolás 
Basílica de Nuestra Señora de Luján (Argentina)

¡Festejemos la Navidad con auténtico espíritu de fe!

Como puede verse, Santa Claus es, por tanto, la distorsión del santo y generoso obispo de Mira, patrón de los navegantes, de los niños y de muchos lugares.

Aquel virtuoso varón que brilló por su caridad y supo proclamar la verdadera fisonomía cristiana de la Navidad fue sustituido por el laico Papá Noel que hoy conocemos y transformado en propagador del consumismo. Para muchos hombres de hoy, Santa Claus está en el centro de todas las conmemoraciones, ocupando el sitio del Niño Jesús, ¡causa y alegría de la Navidad!…

Por consiguiente, mucho más que simples nomenclaturas históricas, se podría decir que esos personajes —Papá Noel y San Nicolás— simbolizan, ante el sublime hecho del Nacimiento del Divino Infante, dos mentalidades opuestas: una es la de los que, con sus horizontes puestos en este mundo terrenal, «vuelan» por los aires de las fantasías frívolas presentadas por el consumismo; la otra es la de los que con alegría y fe preparan sus almas para recibir en la Navidad no solamente al simpático obispo de Mira con sus regalos, ¡sino al mismo Hombre Dios!

Pidamos, pues, la intercesión de San Nicolás, a fin de que nos conceda en esta Navidad los regalos espirituales de los que carecen nuestras almas, para que, como él, podamos ser generosos, retribuyendo con una vida pura todo el amor que emana del corazoncito del Niño Jesús por cada uno de nosotros.

Así, más que esperar regalos que perecen, sepamos prepararnos para el premio eterno, haciendo nuestra ofrenda de amor y gratitud al Divino Infante en la conmemoración de su natalicio.

Que la Navidad de este año de 2020 sea enaltecida por los coros angélicos como siendo la noche de paz que contempló por primera vez a su Creador y Señor omnipotente en un frágil niñito, rodeado por los brazos virginales de María Santísima. Y que todo el orbe sepa reconocer en esta misteriosa noche la grandeza de un Dios que se hizo hombre, a fin de hacernos como Dios. 

 

Fue un modelo de caridad cristiana

Plinio Corrêa de Oliveira

Personaje envuelto en la áurea e inocente leyenda navideña, San Nicolás fue un modelo de caridad cristiana, desvelado bienhechor del prójimo más necesitado, al cual le prodigaba su auxilio, sin que éste supiera de dónde le venía el inestimable socorro.

Príncipe de la Iglesia, sucesor de los Apóstoles, su compasión y generosidad lo convirtieron para siempre en esa figura mítica, empapada de bondad y cariño, fuente de las alegrías y sonrisas con las que los niños festejan sus regalos de Navidad.

También yo, de niño, esperaba ansioso la mañana del 25 de diciembre, con la seguridad de que el buen San Nicolás vendría durante la noche a depositar a los pies de nuestra cama los juguetes que tanto deseábamos. Y él nos los traía siempre…

https://revistacatolica.org/san-nicolas-o-papa-noel/

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