Saulo se convierte en Pablo
Con la misma radicalidad con la que antes se apegó al judaísmo, Saulo abrazaba ahora la Iglesia de Cristo. La gracia respetará la naturaleza, conservando las características propias de su personalidad que vendrán más tarde a contribuir en la formación de la escuela paulina de vida espiritual. A partir de ese momento, el Saulo convertido, el nuevo Pablo, sólo se moverá por un único ideal, que tomaba todas las fibras de su alma y daba verdadero sentido a su existencia: “En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gal 6,14).
De ahora en adelante esa Cruz —en la cual Pablo no consideraba solamente los sufrimientos del Salvador, sino que veía, sobre todo, los resplandores de la Resurrección— sería el rumbo de su vida, la luz de sus pasos, la fortaleza de su virtud, el único motivo de su gloria. Ese amor, que en un instante operara su transformación, lo impelía ahora a hablar, a predicar, a recorrer los confines del mundo con el fin de conquistar almas para Cristo, arrancándole, del fondo del corazón, este gemido: “¡Pobre de mí si no anunciara el Evangelio!” (I Cor 9, 16).
El orgulloso fariseo no puede resistir más al poder de Cristo y se declaró vencido: “Señor, ¿qué quieres que haga?» «La conversión de San Pablo”, por Murillo – Museo del Prado, Madrid |
Por ese amor estaba dispuesto a enfrentar todas las tribulaciones, soportar los peores tormentos fuesen de orden natural, como también los de orden moral: “¿Ministros de Cristo? Muchas veces vi la muerte de cerca, cinco veces he recibido los treinta y nueve golpes de rigor; tres veces he sido azotado con varas, una vez apedreado, tres veces he naufragado; he pasado un día y una noche a la deriva en alta mar. Los viajes han sido incontables; con peligros al cruzar los ríos, peligros provenientes de salteadores, de mis propios compatriotas, de paganos; peligros en la ciudad, en despoblado, en el mar, ¡peligros por parte de falsos hermanos! Trabajo y fatiga, a menudo noches sin dormir, hambre y sed, muchos días sin comer, frío y desnudez. Y a todo esto añádase la preocupación diaria que supone la solicitud por todas las iglesias” (II Cor 11, 23-28).
Él se había propuesto por encima de todo, la glorificación de Jesucristo y de su Iglesia, y esto constituía para él lo esencial, el norte de su vida. Respecto a esto, comenta San Juan Crisóstomo: “Cada día subía más alto y se volvía más ardiente, cada día luchaba con energía siempre nueva contra los peligros que le amenazaban. […] Realmente, en medio de las insidias de los enemigos, conquistaba continuas victorias, triunfando sobre todos sus asaltos. Y en todas partes azotado, cubierto de injurias y maldiciones, como si desfilase en un cortejo triunfal, irguiendo numerosos trofeos, se gloriaba y daba gracias a Dios diciendo: ‘Gracias sean dadas al Padre, que siempre nos hace triunfar’” (II Cor 2, 14).»
https://es.arautos.org/view/show/757-san-pablo-apostol
La conversión de San Pablo fue «una radical conversión de su propio ser», afirmó el Papa Benedicto XVI en el año 2012
El «extraordinario» evento de Damasco, comenzó el Santo Padre Benedicto XVI, en la homilía del miércoles, 25-01-2012, en el cual «Saulo, que se distinguía por el celo con el cual perseguía a la Iglesia naciente, fue transformado en un incansable apóstol del Evangelio de Jesucristo», nos demuestra que «tal transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y mucho menos el fruto de un esfuerzo personal», sino «es antes que nada obra de la gracia de Dios que actuó según sus inescrutables vías».
La transformación de Saulo, explicó el Papa, «no se limita al plano ético -como conversión de la inmoralidad a la moralidad- ni al plano intelectual -como cambio del propio modo de comprender la realidad», sino que fue «una radical renovación del propio ser, similar en muchos aspectos a un renacimiento» y una participación al misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Benedicto XVI observó en seguida que este evento trae un mensaje de esperanza para la transformación que trae la victoria a «todos aquellos que creen en Jesucristo y también a toda la humanidad y la creación entera». Porque «todo hombre, mediante el bautismo en la muerte y resurrección de Cristo, participa de la victoria de Aquel que en primer lugar venció a la muerte, comenzando un camino de transformación». En la oración, principalmente aquella por la unidad, continuó el Papa, se expresa nuestra confianza de «ser transformados y conformados a imagen de Cristo» y el deseo «para que todos sean uno» (Jn 17, 21).
Jesucristo «nos acompaña en la lucha contra la fuerza destructora del pecado que daña a la humanidad y la entera creación de Dios». Por eso, afirmó el Papa, Él «llama a todos nosotros cristianos a actuar juntos en la causa del bien», a «compartir su misión» de «llevar esperanza allá donde dominan la injusticia, el odio y el desespero». Mientras la idea de victoria en la cultura hoy dominante «es con frecuencia asociada a un éxito inmediato», por otro lado, en la óptica cristiana es un largo y «no siempre linear proceso de transformación y de crecimiento en el bien». El Papa observó que el empeño de los cristianos por la unidad deber «paciente y seguro», carente de pasividad o resignación y debe responder de modo «listo y atento a toda posibilidad de comunión y fraternidad, que el Señor nos concede».
http://es.arautos.org/view/show/33290-la-conversion-de-san-pablo-fue-una-radical-conversion-de-su-propio-ser-afirmo-el-papa