Libro de Génesis 3,23a.4,1-15.25.

En aquel tiempo, Adán se unió con Eva, su mujer; ella concibió y dio a luz a Caín, pues decía: «Con el favor de Dios he engendrado un hijo». Después de algún tiempo dio a luz al hermano de Caín, Abel. Abel fue pastor de ovejas, y Caín labrador.

Sucedió en una ocasión, que Caín presentó como ofrenda al Señor los productos de la tierra. También Abel le hizo una ofrenda: sacrificó las primeras crías de sus ovejas y quemó su grasa. Al Señor le agradaron las ofrendas de Abel, pero no le agradaron las de Caín; por lo cual, Caín se enfureció y andaba resentido. El Señor le dijo entonces a Caín: «¿Por qué te enfureces tanto y andas resentido? Si hicieras el bien, te sentirías feliz; pero si haces el mal, el pecado estará a tu puerta, acechándote como fiera; pero tú debes dominarlo».

Un día Caín le dijo a su hermano Abel: «Vamos al campo». Y cuando estaban en el campo, Caín se lanzó contra su hermano y lo mató. Entonces el Señor le preguntó a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?» Caín le respondió: «No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» El Señor le dijo: «¿Qué es lo que has hecho? ¿No oyes cómo la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra?

Por eso serás maldito y tendrás que vivir lejos de la tierra que recibió de ti la sangre de tu hermano; y aunque cultives la tierra, ella no volverá a darte frutos abundantes. Tú andarás por el mundo errante y fugitivo».

Caín le contestó al Señor: «Mi castigo es demasiado grande para soportarlo. Puesto que tú me arrojas de esta tierra fértil, tendré que ocultarme de ti y andar errante y fugitivo por el mundo, y cualquiera que me encuentre, me matará». El Señor le dijo: «De ninguna manera. El que te mate a ti será castigado siete veces». Y el Señor le puso una señal a Caín para que, si alguien lo encontraba, no lo matara.

Adán se unió otra vez a su mujer, y ella dio a luz un hijo, a quien llamó Set, pues decía: «El Señor me ha dado otro hijo en lugar de Abel, asesinado por Caín».

Salmo 50(49),1.8.16bc-17.20-21.

El Dios de los dioses, el Señor,
habla para convocar a la tierra
desde la salida del sol hasta el ocaso.
No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!

«¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?
Te sientas a conversar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu propia madre.
Haces esto, ¿y yo me voy a callar?

¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.

Evangelio según San Marcos 8,11-13.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: «¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal».

Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

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