Memoria Juana Fernández de Solar vino al mundo en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900. Desde su adolescencia se sintió atraída irresistiblemente por Cristo. El 7 de mayo de 1919 ingresó en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de «los Andes» con el nombre de Teresa de Jesús. Entregó su alma a Dios el 12 de abril del año siguiente, después de hacer su profesión religiosa. Fue beatificada por Juan Pablo II en Santiago de Chile el 3 de abril de 1987 y canonizada en Roma, el 21 de marzo de 1993. Propuesta como modelo a los jóvenes, es la primera flor de santidad de la nación chilena y del Carmelo Teresiano de América Latina. Oficio de Lectura Segunda Lectura Sólo Jesús es hermoso
Responsorio R. Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor; continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo. Habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Oración Dios misericordioso, alegría de los santos, que inflamaste el corazón juvenil de Santa Teresa con el fuego del amor virginal a Cristo y a su Iglesia, y la hiciste testigo gozoso de la caridad aun en medio de los sufrimientos; concédenos, por su intersesión, que, movidos por el Espíritu Santo, también nosotros, revestidos con su dulzura, proclamemos en el mundo, de palabra y de obra, el Evangelio de la caridad. Por nuestro Señor Jesucristo. Juanita o Teresita
Juanita Fernández Solar y Teresa de los Andes son dos nombres de la misma persona.
Nace en una familia católica y aristocrática. “Jesús no quiso que yo naciera como Él, pobre. Y nací en medio de las riquezas, mimada por todos” – escribe en su diario. Ella era siempre el centro de las atenciones donde estuviera, por su amabilidad, gracia y simpatía. Era alegre y comunicativa, pero también seria y de un temperamento enérgico. Cuando se trataba de jugar, era la primera de todas, la más animada, la más activa. En la hacienda Chacabuco, de sus padres, andaba a caballo montada de lado como una gran dama. Era difícil superarla en los paseos a galope con sus hermanos y primos. En las vacaciones, en el balneario de Algarrobo –en un ambiente de pudor y compostura hoy difícil de imaginar– era una atrevida nadadora. Jugaba tenis. Salía de caminata con sus amistades. Pero sobre todo contemplaba. En carta a una amiga, escribía: “No te puedes imaginar paisajes más bonitos que los que veíamos… colinas cubiertas de árboles y al fondo una abertura por donde se veía el mar, sobre el cual se reflejaban nubes de diversos colores. Y por atrás, el sol ocultándose. No puedes imaginarte cosa más linda, que hace pensar en Dios, que creó la tierra tan hermosa. ¿Qué será el Cielo? – me pregunto muchas veces.” Y a la Madre Priora del Carmelo que la iba a acoger, le contaba: “El mar, en su inmensidad, me hace pensar en Dios, en su infinita grandeza. Siento entonces una sed de infinito.” Estando ya en el Carmelo, y sabiendo que su madre iría de vacaciones de nuevo a la misma playa, le escribía: “Cada vez que usted mire el mar, ame a Dios por mí, mamita querida.” Festejada por todos Sus compañeras de estudio la describen como una joven amable, suave en el trato, de maneras muy finas, firme y constante en la acción. Entretenida, divertida de carácter y sin complicaciones. Muy bonita, con hermosos ojos azules, nariz bien perfilada, tez blanca, bastante alta. Todas la festejaban. Tenía una linda voz de contralto y siempre le pedían que cantara. Durante las vacaciones en la hacienda, muy temprano se dirigía a la capilla para saludar al Señor Sacramentado. Durante las tardes, después del rosario en familia, le pedían también que tocara el armonio, lo que hacía para agrado de todos, pero sobre todo de Dios. Escribía muy bien, y en el colegio obtenía las mejores notas en literatura, historia, religión y filosofía. Sus compañeras siempre buscaban su compañía y la llamaban cariñosamente “mater admirabilis”. Las gracias místicas iluminarían su vida entera A los diez años la pequeña Juanita hizo su Primera Comunión. Desde entonces, como le reveló a su confesor, el Padre Antonio Falgueras, SJ, “Nuestro Señor me hablaba después de comulgar; me decía cosas que yo no sospechaba. Y cuando le preguntaba, me revelaba cosas que iban a suceder y que de hecho ocurrían. Pero yo creía que le pasaba lo mismo a todas las personas que comulgaban.” En carta a su padre, pidiendo permiso para ser carmelita, relata: “Desde pequeña amé mucho a la Santísima Virgen, a la que le confiaba todos mis asuntos. Sólo con Ella me desahogaba. Ella correspondió a ese cariño; me protegía, y escuchaba siempre lo que le pedía. Y Ella me enseñó a amar a Nuestro Señor(…) Un día (…) escuché la voz del Sagrado Corazón que me pedía ser toda suya. No creo que haya sido una ilusión, porque en ese mismo instante me vi transformada: la que buscaba el amor de las criaturas, no deseó sino el de Dios.” Ya en el Carmelo de Los Andes, le escribe al Padre Colom, SJ: “También Nuestro Señor se presenta ante mí, a veces, interiormente y me habla. Durante aproximadamente una semana, lo vi en la agonía, pero de una manera tal como jamás habría soñado. Sufrí mucho, porque esa imagen se me aparecía constantemente y me pedía que lo consolara. Después fue el Sagrado Corazón en el tabernáculo, con el rostro muy triste. Y por último, el día del Sagrado Corazón, se me presentó con una ternura y belleza tal que mi alma se abrasaba en su amor.” ¿Que ha hecho para ser Santa?
· Escribe Santa Teresita de los Andes
Primera Comunión Queda dicho que Juanita nació en Santiago, el 13 de julio de 1900.
Se exige un método Epoca muy valiosa y decisiva para el futuro humano y espiritual de Juanita es la que corre de 1915 a 1919. En ella planifica su vida exigiéndose un método, en el que ocupan lugar preferente la oración, la misa diaria y el sacrificio; el esfuerzo constante por superarse, por eliminar cuanto le impide realizarse como persona y como cristiana.
Es tan rico dar El trato familiar con Cristo -«el Hombre para los demás»- le ha hecho comprender que el cristiano no puede ser individualista. De ahí su constante empeño por matar su egoísmo para vivir abierta a las necesidades de los demás, y desvivirse por remediarlas en cuanto puede.
Alegre y bromista Juanita lleva una vida interior rica y profunda. Trata con Jesús de corazón a corazón. Se ha entregado a Él sin reservas. Pero su equilibrio sociológico le hace llevar una vida normal, como la de cualquier joven de su tiempo.
Le encanta el deporte Todo lo que sea el deporte le fascina. Es estupenda equitadora. Desde niñita, su abuelo le había enseñado a montar a caballo. Y no hay nada que le guste más que cabalgar. Le divierten los largos paseos a caballo por cerros y quebradas. Se lanza decidida por cualquier parte desafiando peligros. Envidia a los jóvenes que van por verios días a la cordillera. También le encanta el tenis y manejar la «cabrita». Pero descuella sobre todo como nadadora. Como es alta y bien proporcionada, tiene excelentes cualidades para la natación. Bate el récord de rapidez y resistencia entre sus familiares, resultando indiscutiblemente vencedora en cuantas competencias organizan.
Divina y Humana Lo más sorprendente es la naturaleza con que armoniza el trato con Dios con el de los hombres. Se abisma y queda absorta en la contemplación de las perfecciones de Dios y de las finezas de su amor, sin dejar de mostrarse después alegre, amable y comunicativa con sus semejantes.
Amor sin caricias Juanita es profundamente afectiva. Llora a mares cada vez que se despide de los suyos para ir al internado. Es de temperamento tan afectuoso y regalón, que de jovencita se pregunta cómo las monjas pueden ser felices sin recibir muestras externas de cariño, y cree imposible enamorarse de un Dios a quien no se ve ni se puede acariciar. Pero se ha entregado al Amor. Y ha comprobado que Dios resarce plenamente; que da muestras palpables – aunque invisibles – de su amor infinito.
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El 7 de Mayo de 1919 ingresó Juanita en las Carmelitas Descalzas de Los Andes, separándose para siempre de los suyos. Así culminó el gran sacrificio que la trajo desgarrada los últimos meses, y que sólo por amor a Cristo pudo consumar. Un mes antes escribía: «Estoy en el colmo de la dicha y del dolor». Contrastes y paradojas que sólo el locamente enamorado puede entender. Dolor intensísimo por alejarse de los suyos a quienes ama y que nunca hubiera abandonado por un hombre. Lucha contra su propia naturaleza – sobre todo desde que solicita el permiso paterno -, que se convierte en agonía, en martirio cruel, según va acercándose el día de subir definitivamente al Calvario de la terrible despedida.
Hizo votos de pobreza, obediencia y castidad el 27 de junio y recibió el hábito de novicia el 14 de octubre del mismo año. El día 8 de diciembre se consagró como esclava de María, según el método enseñado por San Luis Grignion de Montfort. En adelante, todos sus actos y sacrificios serían para la Madre de Dios. “Acordé con la Santísima Virgen que Ella pasara a ser mi sacerdote, que me ofreciera a cada momento por los pecadores y por los sacerdotes, pero bañada con la sangre del Corazón de Jesús”– escribió. En el breve tiempo pasado por Juanita en el convento, su Superiora, con una extraordinario sensibilidad para las almas, determinó que continuara su apostolado por medio de cartas a su familia y a sus amigas. Los resultados no se hicieron esperar. Su madre se hizo terciaria carmelita. Su hermana menor, Rebeca, ingresó en el mismo convento, meses después de la muerte de la Hermana Teresa. Varias de sus amigas, jóvenes de la mejor sociedad, le tenían una estima y admiración tan grandes que decidieron consagrar sus vidas a Jesús, en el Carmelo o en otros institutos religiosos. Atravesando crisis y ambientes diversos, perduran hasta hoy los efectos de su buen ejemplo, atrayendo a muchas jóvenes hacia la vida contemplativa y también para las actividades de apostolado laico en la sociedad.
Orando, trabajando y riéndonos Las religiosas quedan prendadas de su nueva hermana y de sus sobresalientes cualidades. Y el 14 de octubre la visten con el hábito de la Orden, imponiéndole su nuevo nombre: Teresa de Jesús.
Al abrazo del Padre Todavía no hace el año que Jesús la ha «robado», y ya su alma, acrisolada y purificada la máximo por el amor, está madura. Ella escribió por entonces: «Soy la persona más dichosa. No deseo nada, porque mi ser entero está saciado en Dios – Amor».
Pronto obra milagros La comunidad de Los Andes y los familiares de Sor Teresa recibieron muchas cartas no de pésame, sino de felicitación por tener una santa en el cielo. Los periódicos de Santiago – cosa insólita para una carmelita de clausura – publicaron su muerte, exaltando la heroicidad de sus virtudes.
Mensaje a la juventud Teresa tiene mucho que decirnos a todos. Su mensaje a la juventud es de innegable actualidad.
Aquí está el remedio. Mal le hubiera ido a Teresa de no haber puesto en práctica esta resolución, dado su gran fondo de orgullo y su tendencia a obrar independientemente y con altivez. Ella nos habla de las «rabietas feroces» que le daban de pequeña. De sus «rezongos»; de su repugnancia a obedecer. De que, en ocasiones, «siente sublevarse todo su ser» De que todavía a sus 17 años, en el colegio, llegó a botar con rabia un dulce que le dieron por creerlo muy chico. Pero al menos desde los nueve años, se propuso muy en serio controlarse. Y humillándose cada vez que quebrantaba su propósito, y dominando sus impulsos las más de las veces, logró alcanzar la ecuanimidad, dulzura y apacibilidad que admiraron todos en ella.
Hacia la plenitud humana A los cristianos del siglo XX nos viene a decir Teresa que sólo abriéndonos a Dios y a sus exigencias de amor lograremos ser plenamente hombres.
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