Santiago el mayor
Año 44

El nombre Santiago, proviene de dos palabras Sant Iacob. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: «Sant Iacob, ayúdenos». Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago. 

Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.

Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista.

Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: «Desde ahora seréis pescadores de hombres», dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní. ¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Que Jesús nos tenga también a nosotros en el grupo de sus preferidos.

Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que El no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. 

Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús les dijo: «¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?» Ellos le dijeron: «Sí somos capaces». Cristo añadió: «El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial». Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: «El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir». 

Después de la Ascensión de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el grupo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.

Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar y tuvo la dicha que se le apareció en vida la Virgen Santísima, obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión. En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol». La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».

La tradición también relata que los discípulos de Santiago recogieron su cuerpo y lo trasladaron a Galicia (extremo norte-oeste de España). Su restos mortales están en la basílica edificada en su honor en Santiago de Compostela. En España, Santiago es el mas conocido y querido de todos los santos. En América hay numerosas ciudades dedicadas al Apóstol en Chile, República Dominicana, Ecuador, Cuba y otros países.

Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.

El Camino de Santiago

El sepulcro del Apóstol atrajo la llegada de peregrinos de las más diversas procedencias, dando lugar al Camino de Santiago, que fue sin duda la ruta de peregrinación más emblemática de la cristiandad medieval. De entre las diversas rutas que conducen a Santiago, una de ellas, conocida como Camino Francés, se convirtió en la ruta por antonomasia. A través de ellas, miles de peregrinos acudían a rendir culto al Apóstol, destacando algunos muy ilustres como Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís, Santa Isabel de Portugal, monarcas como los Reyes Católicos o nuestro emperador Carlos, y otros peregrinos ilustres de nuestra época como los Romanos Pontífices San Juan Pablo II y Benedicto XVI.

La batalla de Clavijo

Múltiples han sido los milagros atribuidos a la intercesión del Apóstol Santiago, destacando entre todos ellos, su intervención en la Batalla de Clavijo. Tuvo su origen esta contienda en la negativa del rey Ramiro I de Asturias al pago de tributos a los musulmanes. Convocó el monarca a sus súbditos para la guerra, y a ella fueron con decisión y furia, de lo cual resultaron numerosas bajas que no les permitirían hacer frente al enemigo y alcanzar la victoria. Durante la noche, la mente del monarca cristiano sólo era capaz de pensar en la probable derrota. Cuando, finalmente, fue vencido por el sueño, se le apareció el mismo el apóstol Santiago, dándole ánimos para el combate. Levantándose con gran energía, transmitió su entusiasmo a sus hombres y se dirigieron a la lucha invocando a Santiago. Llegado el momento oportuno y en lo más duro del combate, apareció el apóstol a lomos de un caballo blanco, entremezclándose en la lucha. Ante tal aparición, los soldados cristianos se sintieron amparados y derrotaron al enemigo.

Invocando a Santiago, obtendremos nosotros el mismo ánimo y entusiasmo en la lucha contra los enemigos de nuestras almas. Pidamos su intercesión junto a la de Nuestra Señora del Pilar para que reine la paz en nuestros corazones y en nuestra nación.

Fuente: ewtn y https://heraldosdelevangelio.com/santiago-apostol-patron-de-espana/

 

 

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