En la audiencia del día 28 de febrero de 2001, los integrantes de la asociación internacional privada de fieles de derecho pontificio Heraldos del Evangelio se sintieron animados a llevar adelante su proyecto de evangelización, al ser convocados directamente por S.S. Juan Pablo II, que les exhortaba con las siguientes palabras:

 

“Anunciad valientemente, por el mundo entero, a Cristo Nuestro Señor. Sed mensajeros del Evangelio por la intercesión del Corazón Inmaculado de María.

 

Desde hace siglos, muchas órdenes religiosas que
enriquecen el firmamento de la Iglesia cuentan con
una Orden Primera (constituida por varones, sacerdotes
o no, que practican integralmente los consejos
evangélicos), una Orden Segunda (compuesta por religiosas
de vida activa o contemplativa) y una Orden Tercera,
abierta a los laicos, casados o solteros, que permanecen
en el mundo, pero que se esfuerzan por vivir y actuar
según el espíritu de determinada Orden.

Para entregarse por completo a una actividad evangelizadora y realizar al mismo tiempo su ideal de perfección basado en su carisma, muchos heraldos del Evangelio viven en comunidad, aunque conservan su estado de laicos, y se someten a un Ordo de Costumbres, practicando los consejos evangélicos de castidad, obediencia y pobreza, y guardan el celibato.

 

No obstante, son numerosas las personas que también sienten el llamado de la gracia para santificarse y actuar según la espiritualidad, el carisma y la misión de los Heraldos del Evangelio, pero cuyos deberes de estado impiden una dedicación completa, lo cual requiere otra forma de integración en la Asociación. Poco a poco, dentro de este movimiento eclesial, se les fue conociendo como Cooperadores, Apóstoles o Terciarios, constituyendo una sección especial que está inspirada en la organización de algunas órdenes religiosas.

 

Según los Estatutos de los Heraldos del Evangelio, los Cooperadores son aquellos que “aunque sintiéndose identificados con el espíritu de la Asociación, no pueden asumir plenamente los fines de la entidad, por sus compromisos clericales, su pertenencia a algún instituto de vida consagrada o sociedad de vida apostólica, o sus deberes matrimoniales o profesionales” (Estatutos, 9).

 

Al ser, por lo tanto, laicos casados o solteros que viven en el mundo, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seglares de vida consagrada o miembros de otras asociaciones o movimientos eclesiales, los Apóstolesde los Heraldos del Evangelio, además de observar los preceptos y deberes propios a su estado, se esfuerzan por vivir en conformidad con el carisma y la espiritualidad de la Asociación, dedicándole su tiempo libre y comprometiéndose a cumplir algunas Obligaciones.

 

Desean aplicar a su vida en el mundo –en sus círculos familiares, en las actividades sociales y en sus tareas profesionales– el espíritu y las enseñanzas de los Heraldos del Evangelio, y ser para su prójimo testigos de Cristo por la palabra y el ejemplo.

 

En la medida en que sus deberes de estado y su modo de vida lo permitan, el Apóstol o Cooperador también se encaja en las actividades de la Institución, bajo la orientación de quienes los superiores designen. Sin embargo, como cualquier otro heraldo del Evangelio, saben que todos los esfuerzos serán estériles si su corazón no está íntimamente unido a Jesús y a María, pues la vida interior es el alma del apostolado.

 

Los Cooperadores participan de las gracias especiales que Dios concede a la Asociación, igual que cualquier otro heraldo del Evangelio. El Santo Padre les otorgó una indulgencia plenaria in articulo mortis.

 

Están agrupados en Sodalicios, organizados en función de la parroquia a la que pertenezcan o de la proximidad de alguna casa de los Heraldos del Evangelio.

 

El candidato a Cooperador deberá empezar con una preparación para hacer su Consagración a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, por las manos de María, según el método de San Luis María Grignion de Monfort. Será admitido más tarde en una ceremonia hecha para tal fin y en la cual, tras pronunciar la fórmula de la mencionada consagración, recibirá la Capa de Cooperador, la Insignia o distintivo con el que se identifica, un Devocionario y un ejemplar del Ordo de Costumbres.

 

El Devocionario está compuesto por las oraciones que los cristianos deben rezar en diferentes etapas del día: al levantarse y al acostarse, antes y después de las comidas, a la hora de la Salutación Angélica (el Angelus); además de otras preces muy convenientes para incrementar la vida de piedad, alcanzar la intercesión de la Santísima Virgen y la de los santos y agradar a Dios.

 

El Ordo de Costumbres sirve tan sólo, en su conjunto, como guía de comportamiento y como estímulo en el camino rumbo a la perfección. El Cooperador se verá obligado a cumplir solamente los puntos que se indican más adelante.

 

En el acto de admisión, el Cooperador también asume un Compromiso de honra que consiste en el cumplimiento de algunas Obligaciones, determinadas éstas por el Consejo General de la Asociación, sin que su violación, por sí misma, constituya pecado o imperfección.

 

Propositos

1.- Llevar una vida moralmente ejemplar.

 

El Cooperador debe primar por una conducta moralmente ejemplar, recordando lo que dice Nuestro Señor en el Evangelio: “Quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le colgasen del cuello una de esas piedras de molino que mueve un asno, y así fuese sumergido en lo profundo del mar” (Mt 18, 6 ).

 

2.- Buscar la perfección en todas las acciones interiores y exteriores.

 

Este propósito une la obligación que todo cristiano tiene de esforzarse en la vía de la perfección, en virtud del consejo del Señor –“Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48)–, con el carisma de los Heraldos del Evangelio, según el cual, para dar testimonio de la belleza, del esplendor de la verdad y de la virtud y ser símbolo de la bondad y grandeza infinitas de Dios, es necesario dar una nota de solemnidad y pulcritud –que significa buscar la perfección– en todas las acciones interiores y exteriores.

 

3.- Difundir la devoción a Jesús Sacramentado.

 

4.- Difundir la devoción a la Santísima Virgen María.

 

5.- Defender al Papado.

Santo Tomás de Aquino dice que el celo por las almas es amor en acción. ¿Qué es lo que mejor podría hacer un Cooperador de los Heraldos del Evangelio para poner en práctica el amor por sus semejantes, sino difundir la devoción a Jesús y a María y defender la Piedra sobre la cual Cristo edificó su Iglesia? Por añadidura, fortalece su adhesión al espíritu de los Heraldos del Evangelio, que se apoya sobre esas tres inalterables columnas.

6.- Pautar su comportamiento por el del Ordo de Costumbres de los Heraldos del Evangelio.

El Cooperador debe tratar de cumplir los deberes de piedad diarios, especificados más adelante, según la manera indicada en el Capítulo I del Ordo.

Entre los actos enumerados en el Capítulo X (De los actos practicados en la intimidad), escogerá por lo menos tres que procurará poner en práctica.

Compromisos de piedad diarios

1.- Renovar la Consagración a Jesús por las manos de María (al menos en su fórmula abreviada).

2.- Rezar el Rosario completo (20 misterios) o por lo menos una de sus partes (5 misterios gozosos, luminosos, dolorosos o gloriosos).

3.- Rezar la Salve y la Letanía de Nuestra Señora.

“Dios te salve, ¡llena de gracia!, el Señor está contigo” (Lc 1, 28), éste fue el saludo que el arcángel Gabriel le dirigió a María Santísima. Todos los santos consideran que el progreso en el camino de la perfección es posible con la intercesión y el auxilio de Nuestra Señora –dispensadora de las gracias divinas– y las oraciones que el Cooperador debe rezar diariamente son las más recomendadas para dirigirse a nuestra Madre del Cielo.

 

4.- Participar de la Eucaristía siempre que sea posible.

Asistir a la Santa Misa diariamente es una excelente fuente de gracias. Tanto más si el Cooperadorconsidera la sublimidad del misterio de la misa (la renovación incruenta del propio sacrificio de la Cruz) y pone atención en las lecturas (que nos traen nuevas lecciones de sabiduría o que nos permiten nuevos discernimientos en las ya conocidas) verá en esta celebración una oportunidad de estar próximo al propio Dios.

5.- Rezar al menos un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria por las intenciones del Papa, precedidos por: “Oremos por nuestro Pontífice el Papa N… , que el Señor lo guarde y conserve con vida para que sea feliz en la tierra y no sea entregado a la maldad de sus enemigos”.

Además de que el Apóstol se beneficia de la indulgencia concedida a este acto de piedad, es una manera de unirse aún más al Santo Padre, y por medio suyo a Cristo Nuestro Señor.

Compromisos mensuales

1.- Participar en la reunión y en la celebración eucarística del Sodalicio al cual pertenezca.

“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 8, 20). Por lo tanto, es una ocasión más para que el Cooperador se aproxime a Nuestro Señor Jesucristo y reciba muchas gracias. Además de esto, en los actos en conjunto del Sodalicio, litúrgicos o no, el Cooperador encontrará una oportunidad óptima para practicar el amor al prójimo y colaborar en el progreso del grupo, ya que la unión multiplica la fuerza.

2.- Hacer una hora de adoración al Santísimo Sacramento, en la medida de lo posible.

En su insondable bondad, Cristo, que distribuyó tanta riqueza espiritual a los hombres, aún ha querido concedernos un tesoro infinito: estar presente en la Tierra Él mismo –en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad– a disposición de cualquier persona que quiera buscarle para expresarle su amor, hacerle pedidos, desahogarse contándole sus aflicciones, implorar su auxilio o simplemente “conversar”. El Cooperador de los Heraldos del Evangelio está siempre sediento de estos encuentros con el propio Dios.

3.- Recibir en su casa el Oratorio del Inmaculado Corazón de María.

Ésta es una excelente manera de poner en práctica el deseo de hacer bien a las almas, acercándolas a María. De hecho, ¿puede haber algo mejor que empezar por el propio hogar de uno, santificándolo, reforzando la paz y los lazos familiares, edificando a su cónyuge, a sus hijos, a los demás parientes, empleados, vecinos o amigos?

4.- Hacer alguna obra de misericordia: visitar a los enfermos; ir a hospitales, cárceles, asilos, orfanatos u otra institución de caridad; distribuir objetos de piedad; dar clases de catecismo; dar apoyo y orientación espiritual a los que están más necesitados espiritualmente; etc.

El que va en auxilio del alma de su hermano, salvará su propia alma (Cfr. St 5,20). Esta acción y la promesa que lleva consigo están, hoy más que nunca, a disposición del cristiano. Si la pobreza material en el mundo de hoy alcanza amplias zonas de la población, cuánto más la pobreza espiritual no hace acepción de clases sociales. Afecta a millones de personas que están a la búsqueda de un buen consejo, de un buen ejemplo, de un apoyo moral, de una palabra de orientación, de alguien en quien se pueda confiar. A su vez, El Cooperador de los Heraldos del Evangelio tiene esa avidez y alegría de llevar el alimento espiritual a estos necesitados. Y, al final de esta vida terrena, recibirá su recompensa en el Cielo.

Otros compromisos

1.- Colaborar, en la medida de sus posibilidades, en la distribución de material religioso o en algún tipo de Apostolado, como el del Oratorio.

Los autores espirituales acostumbran a llamar “sed de almas” a aquella disposición interior que cualquier católico debe cultivar, la conquista de almas para Cristo. La experiencia demuestra cómo son eficaces algunos recursos muy simples, como la distribución a los transeúntes de folletos estampados con una imagen de Nuestra Señora. Son numerosas las personas que narran el haber recibido gracias de conversión, sea por la contemplación del bondadoso rostro de María, sea por las palabras de estímulo del evangelizador. El Cooperadortambién es invitado a comprometerse en acciones de este tipo.

2.- Hacer uso notorio del distintivo en la vida cotidiana, si no fuera inconveniente.

3.- Vestir la Capa de Cooperador, siempre que sea posible, cuando colabore en las actividades pastorales diocesanas o parroquiales, ya sea al participar de los ministerios laicos, ya sea al estar presente en ceremonias solemnes, procesiones u otros actos de culto.

4.- Llevar la Capa de Cooperador siempre limpia y bien planchada.

Cuentan los escritos biográficos de San Francisco de Asís que cierto día éste llamó a fray Rufino para decirle que iban a una ciudad próxima a predicar. Tras recorrer varias calles el Poverello cogió el camino de vuelta al convento, seguido del intrigado fraile. Éste le preguntó por fin qué es lo que había pasado, pues no habían predicado. San Francisco le respondió que el simple hecho de andar por la ciudad ya constituía un sermón. Ésa es la fuerza de los símbolos. El Cooperador de los Heraldos del Evangelio debe tener conciencia de esa fuerza cuando lleva consigo el distintivo y aún más cuando viste la Capa, sabiendo que está haciendo una proclamación de fe, al presentarse activamente en una obra de evangelización.

5.- Estar presente en la conmemoración anual de los Heraldos del Evangelio, el día 22 de febrero, fiesta de la Cátedra de San Pedro.

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