San Mateo Apóstol – Evangelizador de Etiopía

por Dr. Plinio Corrêa de Oliveira
 

Varón sobrenatural, noble, fuerte y acogedor. Así aparece el Apóstol San Mateo en las páginas de la “Leyenda Áurea”, que narran la evangelización y el martirio del discípulo de Nuestro Señor Jesucristo en tierras de Etiopía.

Plinio Corrêa de Oliveira

 

El 21 de septiembre se celebra la fiesta del Apóstol San Mateo, a respecto del cual leemos en la Légende Dorée 1 que fue el evangelizador de Etiopía, donde consiguió desenmascarar y apuntar como agentes del demonio a los magos que engañaban al rey y al pueblo.

El legendario reino del Preste João

Cumple señalar que, con excepción de la gentilidad asiática y africana, Etiopía poseía una peculiaridad extraordinaria: era el único país cristiano de todas esas regiones. Las otras naciones donde los apóstoles estuvieron y hasta llegaron a dejar recuerdos – como en la India, por ejemplo –, no se convirtieron. Etiopía se conservó católica durante algún tiempo, pero infelizmente acabó por ceder a la herejía de los monofisitas 2 . No obstante, todavía es, hoy en día, una nación cristiana y le cabe la gloria de haber sido evangelizada por el Apóstol San Mateo.

 

Es interesante considerar, también, cómo los medievales tenían la noción de un reino cristiano situado más allá de Egipto, donde, según las noticias traídas por los navegantes portugueses, vivía el famoso Preste João (Padre João, en portugués arcaico). Se trataba, pues, de Etiopía.

Noble, poderoso, suave

De acuerdo con la Légende Dorée, este país y su rey se habían desviado del culto al verdadero Dios, por obra de los magos antes mencionados. San Mateo los enfrentó y los desenmascaró, probando que eran incapaces de hacer cualquier cosa sin el auxilio del maligno.

Somos inclinados a imaginar ese enfrentamiento, con el apóstol habiendo penetrado en Etiopía a través del mar, del desierto o por las nacientes del Nilo, y que sólo por su presencia ya causaba un gran malestar en los secuaces del demonio. Los magos notaron en aquél hombre un poder y una fuerza de Dios, que los contrariaba de un modo incontestable.

Esos magos probablemente hacían muchos prodigios e inducían al pueblo a creer que participaban de un poder divino.

Obrando auténticos milagros, San Mateo confundió a esos impostores delante del propio pueblo, demostrando la farsa con la cual engañaban a todos. Quizás la población, al saber que era objeto de tan grande engaño, haya querido castigar a los hechiceros, siendo entonces impedida por el apóstol, que le hizo comprender que eso sería un crimen. Tal debió de ser la influencia de ese varón sobrenatural, noble, poderoso, suave, acogedor, sobre esa gente admirativa.

Conversión de todo el pueblo

Poco después, conforme a la narración del biógrafo, San Mateo resucitó al hijo del Rey Egipo y éste, al querer adorarlo como dios, le ofreció un gran tesoro. Evidentemente, el apóstol no permitió tal veneración, y con el oro y la plata que le habían llevado construyó una gran iglesia, en la cual vivió 33 años para convertir a la nación. El Rey Egipo, su mujer y todo el pueblo se hicieron bautizar. Ifigenia, la hija del rey, fue consagrada a Dios y colocada al frente de doscientas vírgenes en un convento.

No es difícil comprender el inmenso alcance de ese hecho. Una nación sumergida durante siglos en el paganismo y en toda clase de vicios, con la simple prédica de un apóstol se convierte, se hace bautizar, y doscientas vírgenes de ébano, al lado de la propia hija del rey, se retiran a un convento para hacerse esposas del Rey por excelencia, Nuestro Señor Jesucristo.

Otro detalle: ¡cuán bella debe haber sido la primera iglesia de Etiopía, construida directamente bajo la inspiración de San Mateo, y cómo esa edificación debe haber alegrado en el Cielo a los ángeles, a Dios y a Nuestra Señora!

Martirio del apóstol

En ese intervalo de tiempo, el Rey Egipo murió, y su sucesor, Hírtaco, deseó desposar a Ifigenia, por considerarla la única joven digna de él y de su posición. El nuevo monarca le pidió a San Mateo que convenciese a la princesa de que lo aceptase como su marido, y le prometió al apóstol, caso tuviese suceso, la mitad del reino.

Vemos aquí la tentativa vana y frustrada de soborno. Para quien convierte a un pueblo entero, ¿de qué valen las riquezas y el poder temporal? Incomparablemente más que eso, San Mateo poseía el alma de ese pueblo y la había entregado a Dios.

El apóstol pidió entonces al Rey Hírtaco que fuese a la iglesia el domingo siguiente, cuando solucionaría el caso. El soberano estuvo de acuerdo y compareció al templo, encontrándolo repleto de fieles que comenzaron a oír de los labios de San Mateo un maravilloso sermón sobre los beneficios de un matrimonio.

Figurémonos a Hírtaco de labios gruesos y rojos, dientes blancos, sonriendo de alegría mientras San Mateo elogiaba el matrimonio. Seguramente pensaba consigo mismo: “Ahora no necesito darle la mitad de mi reino como le prometí, porque me hizo el favor por adelantado. La princesa será mía, y él después se entenderá conmigo”.

El rey estaba seguro del consentimiento de la joven. Sin embargo, continuando su sermón, en determinado momento dijo el apóstol: “siendo el matrimonio tan sagrado e inviolable, alguien que quisiese poseer la mujer de su rey merecería un castigo. Así, Hírtaco, sabiendo que Ifigenia es esposa del Rey eterno, ¿cómo osas tomar la mujer del infinitamente más poderoso que tú?”

Al oír esas palabras, Hírtaco se retiró de la iglesia tomado de odio. Terminada la misa, el rey envió a un verdugo, que con la espada alcanzó a San Mateo, el cual se encontraba orando de pie delante del altar y con los brazos extendidos hacia el cielo. El pueblo indignado corrió al palacio real para vengar el crimen, pero los otros sacerdotes lo detuvieron, aconsejándole que en lugar de eso se les uniese en una gran celebración en homenaje al santo mártir.

En la fe católica, la semilla de todo el bien

Mientras eso sucedía, Hírtaco ordenó que prendiesen fuego alrededor del convento de Ifigenia, para hacerla perecer junto con las otras vírgenes. Pero San Mateo se apareció y desvió el fuego hacia el palacio del rey, que quedó enteramente consumido [por las llamas]. Solamente el soberano y su hijo único se escaparon del incendio. El príncipe corrió inmediatamente a la tumba del apóstol a pedir perdón, y el rey, alcanzado por una horrible lepra, se suicidó. Después de esos episodios, el pueblo escogió como soberano al hermano de Ifigenia, el cual reinó durante 60 años difundiendo el culto de Cristo y construyendo iglesias en toda Etiopía.

Así termina la narración de la vida de San Mateo. Creo que mis oyentes sienten, como yo, la belleza contenida en ese epílogo: el nuevo rey gobernó durante seis décadas, edificando iglesias en el país entero. Se tiene la impresión de un reinado sereno, tranquilo, elevado. Evidentemente, no se puede decir que basta construir iglesias y todo se resuelve. Pero irguiéndolas y siendo frecuentadas por un pueblo fiel, practicante de la religión verdadera, vendrá todo lo necesario para su prosperidad.

O sea, instaurando auténticamente la Fe católica, está colocada la semilla de todo el bien. Tal fue la obra del Apóstol San Mateo en la tierra por él evangelizada.

 

 

1) “Leyenda Áurea”, compilación de vidas de santos escrita por el Bienaventurado Jacopo de Varazze, dominicano y Arzobispo de Génova (1229-1298).

2) Herejía difundida por Eutiquio (378-454), que afirmaba haber en Cristo una sola (mono) naturaleza, la divina.

(Revista Dr. Plinio No. 114, septiembre de 2007, p. 26-29. Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de conferencia del 19.10.1976)

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