El Apostolado del Oratorio, en respuesta al llamado de San Juan Pablo II a “remar mar adentro” (Duc in Altum) en la misión evangelizadora, tiene como objetivo especial apoyar a obispos, párrocos, religiosos y laicos en la nueva evangelización. Este apostolado, promovido por la asociación internacional Heraldos del Evangelio, busca fomentar la participación activa de los católicos en sus parroquias, con un enfoque particular en aquellos que se han alejado de la práctica religiosa.
Esta campaña no solo fortalece la fe individual, sino que pone un énfasis especial en el beneficio de las familias, invitándolas a ser parte de la vida eclesial y a compartir su fe en comunidad.
El apostolado se basa en formar grupos de treinta familias y hacer peregrinar un oratorio del Inmaculado Corazón de María, tal como Ella se apareció en Fátima, de casa en casa.
Cada familia recibe el Oratorio en su hogar una vez al mes, en un día determinado junto al Coordinador del Grupo. En ese día, se invita a familiares, amigos y vecinos a leer un pasaje del Evangelio, reflexionar brevemente, rezar el rosario y consagrar la familia al Inmaculado Corazón de María.
El coordinador es quien organiza y lidera el grupo de treinta familias, coordinando la peregrinación del Oratorio de un hogar a otro. Este rol puede ser asumido por una señora, un señor, un joven, o mejor aún, un matrimonio.
Todos se conmueven con la historia de San José recorriendo las calles de Belén en busca de un lugar donde la Virgen pudiera dar a luz a su Hijo. Va de puerta en puerta, recibiendo rechazos fríos, y a menudo descorteses:
— Aquí no hay lugar.
Conmovido y en su aflicción, San José recuerda una gruta en la que solía jugar en su niñez. Con rapidez, conduce allí a María, y en esa humilde cueva nace el Niño Jesús, el Señor del Universo.
Cada coordinador de grupo revive esta escena recorriendo las calles y preguntando de hogar en hogar:
— ¿Quiere usted recibir a la Virgen en su casa, para que nazca el Niño Dios y reine en su familia?
En nuestro país, muchas familias han respondido con entusiasmo:
— ¡Sí, queremos! Y esperamos que algún día Ella nos reciba en el Cielo.
¡Benditas sean las personas elegidas por Nuestra Señora para esta hermosa misión de acoger, cada mes, el Oratorio del Inmaculado Corazón de María en sus hogares! Donde llega la Madre de Dios, llega también su Divino Hijo, trayendo paz, unión familiar, ayuda en las dificultades, y, sobre todo, las gracias para vivir rectamente y alcanzar el Cielo.
Como dice el Evangelio, quienes la reciben obtendrán el céntuplo en esta vida y una gran recompensa en el Cielo.